miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo III: Coyhaique - Puerto Río Tranquilo

Anterior Capítulo II: Del Bosque Encantado a Coyhaique

Día 5: Una pareja muy simpática
El despertador sonó muy temprano. Nos levantamos, nos pusimos las pesadas mochilas listas de la noche anterior y nos fuimos caminando hacia la salida sur de Coyhaique, la que por suerte se encontraba a unas cuantas cuadras. Era temprano y nuestro objetivo para el día era llegar hasta Villa Cerro Castillo, algo no tan ambicioso. Allí veríamos el cerro obviamente, principal atractivo y además quería ver las manos negativas y positivas plasmadas en el paredón cercano a la villa.
El día estaba muy claro, perfecto para hacer dedo y no morir en el intento. Primero nos paró una camioneta que nos avanzó un par de kilómetros, hasta donde había una construcción. Allí, en medio de la nada nos tomó un jeep manejado porun joven ingeniero de Concepción quien se dirigía hacia Balmaceda (aeropuerto), así que nos dejó en el cruce, donde nos encontramos en un paradero con otro chico que se dirigía a Cochrane y que quería llegar lo más rápido posible. Decidimos caminar por la cuesta en subida (no sé por qué) y al poco rato pasó el bus que iba directo a Cochrane por la módica suma de $8000. El tipo estaba desesperado por lo que lo tomó y siguió su viaje y nosotros quedamos solos en medio de la cuesta, buscamos un lugar medianamente plano y nos quedamos allí poco tiempo hasta que un camión que se dirigía a buscar leña nos llevó a escasos kilómetros de la Reserva Cerro Castillo, sólo que nosotros no sabíamos lo cerca que nos encontrábamos. Nuevamente en una subida quedamos a un costado del camino. Allí esperaríamos mucho más tiempo, eran escasos los automóviles que pasaban por el lugar. Creo que fue allí el lugar donde más suerte tuvimos en todo el viaje, luego de esperar un largo rato a ver si alguien nos llevaba, nos paró una camioneta conducida por una joven pareja que nos ofreció llevarnos. Se trataban de Francisco y Susana, con quienes pasaríamos más que un trecho de la Carretera Austral. Pero no nos adelantemos, subimos a la camioneta y comenzamos las típicas conversaciones de "¿de dónde vienen?, ¿por dónde han andado? ¿a dónde van?", un ambiente muy agradable. Y resulta que la Reserva se escontraba a la bajadita de aquella cuesta. Allí hablamos con el guardaparque que nos informó un poco sobre qué ver en el lugar. Nos recomendó subir el cerro aledaño, actividad que realizabas en un par de horas, luego de eso Francisco y Susana seguían su viaje hasta la Villa, por lo que concordamos que si a la bajada nos encontrábamos, nos pudiesen llevar hasta allá. Así que intentamos pisarles los talones todo el ascenso del cerro, pero era difícil, la pendiente era demasiada y las piedras lo hacían más complicado:




En algún momento dudé de seguir subiendo, estaba agotada. No sé de dónde pero saqué energías y motivación para llegar a la cima.
Y lo logramos, 20 minutos después que Francisco y Susana.




Allá arriba los colores eran preciosos. Esta era la vista que teníamos hacia un lado:



Desierto


Y su contraria era esta:




Insisto, los colores eran preciosos y la vista desde la altura era inigualable. Nos tomamos un par de fotografías y contemplamos el paisaje serenamente. Los paisajes en Aysén no dejaban de sorprendernos.
Al bajar nos encontramos con Francisco y Susana, iban a cocinar y luego seguir el viaje así que hicimos lo mismo. Allí nos enteraríamos el motivo de su viaje: Francisco, aburrido del trabajo de oficina quiere emprender con un negocio relacionado al turismo, por lo que se encontraba recopilando fotografías de los hermosos paisajes del Sur de Chile.
Luego del almuerzo seguimos nuestro camino espectantes a ver la aparición del cerro Castillo, ya que desde el parque no existe tal vista.


Cuesta del diablo.

Comenzabamos a darle la vueltaal macizo hasta encontrarnos con esto:




Hermoso día despejado que nos dejaba ver el cerro en todo su esplendor.
En el camino también pasaríamos por el "Bosque Muerto":


Francisco haciendo una fotografía del lugar y yo haciendo una de él.

Y ya desde las afueras de la Villa se podía observar de esta manera:





Villa Cerro Castillo no estaba tan alejado y aun quedaban horas de luz. En verdad, la Villa es un pueblo pequeñísimo y los principales atractivos son el cerro y el paredón de las manos, por lo que Susana y Francisco decidieron seguir de largo hasta Puerto Río Tranquilo y pasar a la vuelta de su viaje al paredón. Nosotros debíamos aprovechar la buena onda y seguir con ellos, así ahorrábamos un día de viaje.
Coyhaique - Puerto Río Tranquilo en un sólo día.... nada mal ¿no?
Esa noche llegamos directo al Camping el Pudú (el mejor camping en el que he estado), a orillas del lago General Carrera. Comimos y luego dormimos, la subida nos había matado.

Día 6: Lago General Carrera
Amaneció nublado y con un poco de llovizna. Era el día de las Catedrales de Mármol, o cuevas, o como quieran llamar a estas impresionantes formaciones hechas por la erosión sobre el mármol del lago General Carrera. Lo cierto es que cada una tiene su propio nombre, está la Catedral, la Capilla, la Cueva y el Túnel.
Arrendamos la lancha para los cuatro, costaba algo así como $30.000 y nos fuimos a explorar el lugar. Pensaba que estaban cercanas al puerto, pero la verdad eran alrededor de veinte minutos hasta el lugar.



Cuando comenzaron a aparecer verdaderamente yo no podía creer el escenario.
Mi actual fondo de pantalla.




La lancha entraba por cada caverna muy cuidadosamente.


Textura.





El tipo que manejaba la lancha nos contaba que en invierno, al bajar el nivel del lago, era posible caminar por las cavernas. Me entusiasmó para visitarlas en algún invierno de mi vida, aunque yo deseaba que ese día hubiese sido caluroso para haber nadado a través de ellas.


Una ventana al lago.

Ese momento recuerdo que sólo escuchaba una cosa en mi mente, La Catedral Sumergida de Claude Debussy. Escuchaba aquellas campanadas resonando entre las cavidades de aquellas moles de mármol. Escuchaba la música aflorar desde las profundidades del lago. Una música tan descriptiva para una situación tan descriptible.




Esta es definitivamente mi fotografía favorita del viaje:




El paseo se me hizo cortísimo. La vuelta fue terrible, el lago estaba "picado" y dábamos tremendos saltos al chocar con las olas, pero llegamos bien a tierra firme y justo para almorzar.
Luego de almuerzo, con Oscar salimos a caminar por el pueblo. Si hay algo que me gusta conocer de pequeños poblados como este es su respectivo cementerio. Los cementerios dicen mucho sobre la identidad de un lugar, y el cementerio de Puerto Río Tranquilo ha sido de los que más me han gustado. Con una vista privilegiada al lago, con sus respectivas casitas para cada difunto, unas más cuidadas que otras. Un lugar muy tranquilo que pero un poco angustiante también.








Un día relajado. Una vuelta por el pueblo y a dormir una siesta para recuperar las energías de la subida al cerro el día anterior, ya que al día siguiente nos tocaba otro día agotador.

Día 7: Caminata sobre hielo
Era uno de los paseos que quería hacer cuando me decidí a ir a la Carretera Austral. Caminar sobre el Campo de Hielo Norte no es algo que se pueda realizar todos lo días.
El día anterior nos preocupamos supuestamente de "hacer una reserva" para los cuatro...




Grande fue nuestra sorpresa al llegar y ver que el grupo era de quince personas acompañadas de un solo guía, siendo que por seguridad no podían exceder las seis.Tampoco podían mandar gente de vuelta, puesto que para llegar al lugar había que recorrer aproximadamente 50 kilómetros desde Puerto Río Tranquilo. Con crampones y polainas especiales comenzamos la caminata. Primero había que llegar al mirador por un sendero que cruzaba un hermoso bosque y que posteriormente se transformaba en una escalada sobre roca literalmente.
Lástima el día nublado...






Cruzamos lel límite del mirador y comenzamos a bajar por las rocas. El primer tramo era el más largo y agotador. Hielo cubierto de piedras, tierra, barro, etc (lo que se ve en la fotografía anterior). Cerca de hora y media nos tomó llegar finalmente al hielo limpio, lugar donde debíamos poner los crampones en nuestro calzado para no sufrir una caída.





Aquí comenzaba lo atractivo de la caminata. Cientos de tonalidades de blancos, azules, cian o como quieran llamar a esta atractiva gama.
A ratos se escuchaba como el hielo se fracturaba creando grietas quién sabe dónde. Daba miedo caminar por allí sabiendo que en cualquier momento el lugar donde pisas podría agrietarse.





En un momento, el guía que nos llevaba se alejó un momento para conversar con otro guía que había salido con un grupo de dos personas y ya iba de vuelta (sí, el nivel de organización de esta empresa de turismo era increíble). No pasaron 5 minutos y un muchacho de aproximadamente 18 años, por estar dándoselas de montañista con sus piolet, resbaló y cayó por lo que parecía ser una profunda grieta, o al menos esa impresión daba desde donde estaba el grupo. Mientras caía intentó afirmarse con su piolet inútilmente. Al padre del muchacho se le desfiguró la cara al verlo caer. Por fortuna para él y para el guía que nos dejó solos, la grieta tenía fondo. Y nuevamente, en menos de cinco minutos, el hermano de aquel personaje también resbalaba por la grieta. Ya a esas alturas parecía una película cómica. Al percatarse el guía de lo sucedido por los gritos del grupo, llegó corriendo a sacarlos de allí. Como si fuera poco se escuchó a la madre comentar "es que ellos suben El Plomo". FAIL.



Un mar de hielo.


Francisco y Susana.



Caminamos un poco más y llegamos a esta hermosa poza bautizada por Oscar como la "Laguna Pato Purific". Pide a gritos un chapuzón, ¿no?


























Luego de eso nos fuimos directo de regreso. El Sol dejaba ver una claridad en el Puerto con arcoiris reiterativos en el paisaje. Una última vuelta por el Puerto, ducha, cena y carpa. Al día siguiente había que dejar el lugar con rumbo hacia Caleta Tortel.




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