jueves, 19 de enero de 2012

Capítulo IV: Isla Grande de Chiloé

Día 13

Salimos temprano, pero eso no nos aseguraría que llegaríamos pronto. El destino era ambicioso, queríamos llegar a la isla grande esa misma tarde. Nos costó. De Niebla a Valdivia y luego debíamos cruzar la ciudad a pie para salir de ella. Nuevamente separados en dos dúos Ariel y Vicky consiguieron que los llevaran pronto, mientras a Oscar y a mí nos trolleaba un grupo de mochileros de aproximadamente 9 personas que se separó en dos, donde el primer grupo se quedó a 10 metros delante de nosotros y el segundo a 10 metros detrás de nosotros y ambos grupos consiguieron que los llevaran antes. Quedamos como un par de pollos.
No importa, estuvimos aproximadamente tres horas esperando. Recuerdo que en ese momento llamé a mi padre y me contó que lo habían llevado detenido por poseción de piezas arqueológicas, específicamente una hermosa colección de puntas de flechas y había tenido que pasar gran parte del día detenido.

Así pasaron las horas hasta que una camioneta que iba a Río Bueno nos paró y nos dejó en el cruce con la 5-S. Caminamos un poco bajo un sol furioso que no perdonaba. Sopeados hasta las patas un camión milagroso nos paró. Milagroso, iba escuchando Guns'n Roses y además tenía aire acondicionado. Al menos 10 grados menos que en el exterior habían dentro de ese camión, era perfecto.


Perfecto hasta que reventó un neumático. alrededor de 20 minutos tomó hacer un trucho arreglo para continuar el camino. No fue tan terrible, alrededor de las 17.00 hrs ya estábamos en el peaje a Pargua. A penas íbamos bajando y Oscar le hacía señas a un camión que iba a Pargua. Pensé que no pararía, pero andábamos de suerte.


Dejábamos el continente para llegar a la Isla Grande de Chiloé. Ariel había tomado el transbordador siguiente al que tomamos nosotros. Nos dijo que iba en un camión de circo y que lo esperáramos a la entrada de Achao porque nos recogería, ya que el camionero podía dejarnos en Castro.


No solo llegábamos a Chiloé en el mismo día, sino que llegábamos a Castro. Habíamos avanzado bastante para un día.


Esa noche nos costó mucho encontrar alojamiento. Demasiado. Al menos dos horas paseándonos con las mochilas por el centro. Finalmente encontramos algo no muy económico pero dormiríamos en cama y tendríamos ducha con agua caliente.

Día 14 


A la mañana siguiente había que hacer hora hasta las 14.00 para tomar una micro hacia Cucao, así que paseamos por el centro de Castro.


Por la iglesia.




El mercado...


Palafitos que me recordaban mi casa en Santiago.



Luego almorzábamos empanadas de manzanas, las primeras del viaje y tomábamos la micro rumbo a Cucao. Ese tramo fue horrible. justo detrás nuestro iba un trío de lugareños en estado de ebriedad, bastante agresivos por lo demas. Se inclinaban sobre nosotros, gritaban cosas, hicieron de ese tramo el momento más incómodo del viaje. Al momento de bajarnos todos, menos los exedidos en alcohol, en el parque nacional, aquellos personajes daban su discurso de que en definitiva el parque era para turistas abc1 y que el viajero de verdad debería ir al pueblo a conocer la gente, las tradiciones y costumbres, comer con ellos y vivir en definitiva la vida de ellos. Tenían razón, opinaba de igual manera, el problema es que no era la forma de decirlo, porque no lo dijeron ni de manera coloquial ni formal. Más bien de una manera "pintoresca".


Según el guardaparque, los sitios estaban todos ocupados, así que nos instalamos en un camping frente al parque que era casi lo mismo. Eso sí, el agua era asquerosa. Olía a hierro.
Una vez instalados, salimos a caminar y conocer Cucao.


Era un pueblo fantasma. Nadie andaba por las calles. Con suerte encontramos un pequeño almacén para comprar un poco de comida.


El cielo se cerraba, comenzaba a chispear. comimos rápido y nos acostamos rápido. Recuerdo que desperté con la voz del Ariel y ruidos extraños afuera. Estaba atando un nylon arriba de la carpa para no mojarnos.

Día 15

Desayunamos dentro de las carpas y a eso de las 17.00 hrs se despejó, así que salimos a caminar por el parque.


Amo esos retorcidos árboles.


Un denso bosque al lado de la playa.


A la hora precisa.


A dios le gusta colarse en mis fotografías:


Volvimos, comimos y dormimos.

Día 16

Al día siguiente quise ducharme. ¡Ay, duchas de camping! tantas locuras. Al ingresar al los baños había una corrida de 4 duchas con sus respectivas puertas para ducharse tranquilo sin que te anden observando, pero por algún motivo, había una señora con cero pudor que gustaba de ducharse con la puerta abierta, entrada en carne, en pelo, en todo. Escena difícil de olvidar.
Luego de levantar el campamento, tomamos el bus hacia Castro pero nos bajamos en Chonchi para pasar a almorzar y tener un buen rato en el festival costumbrista.





 


Una vez saciamos el hambre, nos volvimos a separar para llegar a Quellón. Esta vez tuvimos mejor suerte con Oscar, una casa rodante tripulada por una pareja francesa nos llevó hasta la puerta de la casa de mis tíos, a la entrada del pueblo. 
Calurosa bienvenida, abrazos y besos iban y venían, justo llegamos a la sobremesa, a compartir con aquellos que veo una vez al año y si es que.



 Día 17

Al día siguiente caminamos por Quellón. El pueblo estaba muy cambiado a lo que yo había conocido hace aproximadamente 7 años atrás.


 Como al día siguiente volvería a Pucón a encontrarme con mis padres, esa noche tomamos unos tragos junto a mis familiares lejanos. Me entusiasmé u bebí más de la cuenta, no recuerdo mucho de lo que pasó...




Día 18

No se cómo no amanecí con resaca. Había bebido demasiado. Lo que sí, tenía un moretón gigante en una pierna. Resulta que cuando iba a acostarme, rodé por las escaleras de la casa de mis tíos y llegué al suelo. Evidentemente no lo recordaba, pero se encargaron de recordármelo.


Estas son las cabañas que arriendan mis tíos:



Nos íbamos, me despedí de mis tíos y salimos a hacer dedo. Una camioneta, un camión y un bus nos bastó para llegar a Castro.





Atravesamos la ciudad hasta una bencinera que quedaba a la salida. Allí, los hombres del grupo decidieron que las chicas debíamos hacer dedo. Pasaron 5 minutos y una camioneta roja paró, cargó bencina y hechamos las mochilas arriba. En primera instancia le dijimos que íbamos hacia Puerto Montt, pensando que él también iba hacia allá, pero preguntanto más profundamente, resultaba que el caballero iba hacia Pucón. Nos miramos y sonreímos. Era perfecto.





Así, al cabo de unas horas, llegábamos a Pucón sin mayor esfuerzo. Mis padres nos pasarían a buscar y de esta manera finalizaba el período de mochileo.

jueves, 5 de enero de 2012

Capítulo III: Relajo en Valdivia

 Día 9
Así amanecía el día que dejamos Conguillío. Esa mañana todos los mochileros que estábamos en el sitio común lo dejábamos.



Dejar el parque nos fue tan difícil como llegar. Horas caminando y haciendo dedo. Debíamos salir por el acceso sur, eso quería decir que debíamos atravesar todo el parque ya que habíamos llegado por el acceso norte. A mitad de camino nos paró un furgón. Nos dijo que nos cobraba $2000 para llevarnos hasta Melipeuco. Accedimos.
Me hubiese gustado caminar ese trayecto. El sector Sur del parque era todo lo opuesto al norte. Un escorial producto de las continuas erupciones del Llaima y del cual no logré fotografías.
Ya en Melipeuco tomamos un bus rural bastante tarde que nos dejaría a las afueras de Temuco. Hicimos dedo un par de horas pero no tuvimos éxito.


Tuvimos que pedir permiso para pasar la noche en un terreno particular. El dueño nos contaba que había albergado hace un par de días atrás a otro grupo de mochileros.

Día 10


A la mañana siguiente salimos temprano. Nos dividimos para avanzar más rápido y nos dio resultado.
Con Oscar conseguimos que nos llevaran rápidamente hasta la salida de Loncoche, pero no fue un lindo trayecto. En una subida mi mochila salió rodando por la ruta 5 y atrasito una 4x4 la arrollaría sin importarle.



Dos camionetas más y llegábamos a Valdivia. Mientras con Oscar reponía las cosas que había perdido, Ariel y Vicky buscaban donde acampar en Niebla. Una señora ponía a disposción su patio como sitio para carpas, muy cerca del festival costumbrsta de Niebla, lugar donde uno come como cerdo y bebe cerveza a más no poder. Había que aprovechar.




Día 11: Al día siguiente había que ir al fuerte de Niebla...





...al mercado fluvial...





...al mercado...


...a entrelagos...


y al parque botánico de la Universidad Austral.



Estas sí son áreas verdes.




Cuando se hizo tarde, volvimos a comer al festival costumbrista y luego a dormir. Recuerdo que esa noche corrió un viento fuertísimo que me mantuvo despierta gran parte el tiempo de descanso.


Día 12:
Último día para recorrer. Ariel y Vicky habían salido temprano y con Oscar fuimos a isla Mancera.


Hermoso día nublado.



El clabozo.


Tenía un prisionero.



Y vuelta a Valdivia.



A la vuelta volveríamos a cenar en el festival costumbrista con unas cervezas de despedida, al día siguiente debíamos llegar a Chiloé.


Siguiente capítulo y final: Isla Grande de Chiloé