A los veinte minutos después, mi casa, totalmente construída de madera y forrada en lata (osea, puros materiales livianos) y para rematarla estilo palafito, comenzaba a tambalearse. Para mí era normal, ya que siempre se sentían los temblores, sobre todo en el segundo piso. Cuando me doy cuenta que comienza a intensificarse, me asomo a la escalera, prendo la luz y esperé un breve lapso de tiempo a ver si se calmaba la cosa. No sucedió así, al contrario, toda la madera crujía y me ponía más nerviosa. Rápidamente desperté a mis padres y salí corriendo a pararme en la mitad del patio. Afirmada en la camioneta veía como todo se sacudía violentamente. Esperaba el instante en que mi casa se viniera abajo.
Muerta de miedo, pensaba "Aina, disfruta, pasaran décadas o quizás nunca más volverás a vivir esta experiencia". Así que en un estado muy adrenalínico miraba las explosiones producidas por los choques de cables lo cuales teñían el cielo de tonalidades apocalípticas (sí, creo que exageré con esa descripción), miraba mi casa esperando que se viniera abajo y muy atenta miraba la alta palmera a la cual no le tenía ni una fé de que se mantuviera en pie y en cualquier segundo, pensaba, caería y me mataría.
De pronto, alguien dijo apáguese la luz, y Santiago se quedó a oscuras totalmente.
*Dato: según mi madre saltar mientras tiembla hace que se atenúe la sensación del movimiento de la Tierra.
Así, con mi madre saltando y afirmada de mi papá y de mí, y yo a la vez afirmada de la camioneta
transcurrieron alrededor de tres largos minutos hasta que finalmente se calmó.
Una vez asegurados de que este no seguiría entramos a la casa (la cual seguía en pie) totalmente a oscuras. Mis padres se vistieron y yo cogí la cámara y me percaté de lo estúpida que había sido al no dejar mi dell cerrado (este estaba cubierto por una gruesa capa de polvo y tenía la pantalla rayada producto de los diversos lápices que cayeron sobre él). Lo cerré para las réplicas.
Esta foto hizo polémica. La mayoría dice que mi habitación siempre estuvo así...
Mi papá sintonozó la radio bio-bio en la camioneta donde me informé que el epicentro del terremoto había sido cerca de Concepción y daban a conocer que no había alerta de tsunami por esos lados. Recuerdo que la gente llamaba para dar información. Entre los llamados salió al aire el de una persona que iba en un auto por la costanera informando que se había caído el paso sobre nivel y que había quedado horrorizada al ver autos que no se percataban de aquello y caían al vacío (al día siguiente me enteraría que no habría ni una víctima fatal de aquel accidente).
Luego de habernos enterado de lo que había ocurrido, y habernos calmado, decidimos ver que tal estaban nuestra familia.
Para nuestra suerte, toda la familia vive en la misma cuadra, así que luego de percatarnos que todos estaban bien nos sentamos en el patio de la casa de nuestras tías (quienes viven al lado de la nuestra) a tomar café con ron para calmar el ánimo y pasar las réplicas. Sin luz, escuchaba las noticias de la radio bío bío en mi pendrive (el que justo para ese día tenía batería como nunca) e informaba al resto.
Así transcurrieron horas y nos dieron las 6 de la mañana. Hora prudente para dormir. Creo que esa noche sólo logré dormitar.
A la mañana siguiente ya con energía eléctrica lograría percatarme de la catástrofe que había sucedido.
Impactadísima sabía que algo tenía que hacer. Junté utiles de aseo y me puse a tejer frazadas.
El Viernes en la noche me junté con unos tíos a ver la Teletón. Me sirvieron un vodka tónica, mi trago favorito, no tomé más de la mitad. Estuvimos hasta las 7 am.
Y el Sábado, a una semana del desastre, salí con mi ya oficial compañero de caminatas extensas de fotografía Ariel, a registrar los daños por algunos sectores de Santiago.
Camino al metro por San Nicolás
Gran Avenida
Este era el sencillito que siempre me salvaba el día antes de que mis cuentas vencieran... era...
Mi queridísimo Teatro Municipal de Santiago. Por fuera daños menores, dos pequeñas grietas.
Por dentro, quién sabe.
Una iglesia. Me queda más que claro que la religión sigue siendo un peligro para la sociedad.
Mi queridísimo MAC (curiosamente el frontis del museo nacional de bellas artes estaba intacto).
Un detalle de la escalera
Caminando por Santiago nos encontramos al menos con 3 eventos, tocatas, a beneficio. El que más me llamó la atención fue este, organizado por una agrupación de motoqueros.
Otro ejemplo de que la religión es un peligro para la sociedad.
Luego de la extensa caminata, Fuá me acompañó al trabajo de mi papá, ya que de vuelta, debía pasar a donar un par de parkas para la campaña dona tu parka. Volvimos tarde, justo a escuchar el cómputo final de la Teletón (el cual me llenó de orgullo) y enterarme de la caravana que partía desde el parque O'Higgins con destino a Concepción. Salí corriendo a la panamerica con mi cámara.
Pasaban los camiones y la gente los aplaudía
Esta imagen es mi favorita. Lástima que la bandera no flameara en ese instante.
Y de vuelta en mi casa rompí en llanto. Jamás había tenido tal sentimiento de patriotismo, tal sentimiento de querer ayudar, de hacer algo por los demás, y por sobre todo, jamás había sentido tanto orgullo de ser chilena.